24.7.11

"La consigna del momento es memoria contra el olvido" dice Leonel Fernández

SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El presidente Leonel Fernández dijo que el Partido de la Liberación Dominicana y el pueblo dominicano no pueden permitir que el Partido Revolucionario Dominicano y su candidato Hipólito Mejía vuelvan a gobernar el país, porque traerían inestabilidad, desconfianza y desempleo.

Dijo que durante la gestión de Hipólito Mejía, de 2000 a 2004 aumentó la inflación, el desempleo y la inestabilidad, además de que se perdió la confianza en el país en los mercados internacionales.

Dijo que ante ese riesgo "la consigna del momento es memoria contra el olvido", provocando de inmedaito largos aplausos de los presentes en el Hotel Dominican Fiesta, desde donde pronunció su discurso.

"Lo que conviene a la República Dominicana es que continúe gobernando la fuerza política que ha logrado generar la confianza y la estabilidad que el país requiere para avanzar hacia el desarrollo, la prosperidad y el bienestar", expresó.

"Esa fuerza política es la del Partido de la Liberación Dominicana, representada en el próximo torneo electoral por el compañero Danilo Medina"
"Esa fuerza política es la del Partido de la Liberación Dominicana, representada en el próximo torneo electoral por el compañero Danilo Medina, quien con la voluntad de Dios y el respaldo mayoritario del pueblo dominicano, será, a partir del 2012, el próximo Presidente de la República", agregó.

Un largo aplauso de pie siguió a sus palabras.

La crisis internacional

El presidente continuó con un recuento de los problemas económicos internacionales, de la siguiente manera:

La actual crisis financiera y económica global, como hemos indicado en otras ocasiones, es la más profunda y aguda crisis de la economía mundial de los últimos 80 años.

Esa crisis ha provocado la quiebra de grandes bancos en distintas partes del mundo, ha suscitado una falta de recursos en el sistema financiero internacional, y ha hecho tambalear hasta las economías más poderosas del planeta.

Esa crisis, que empezó como una crisis del mercado hipotecario de los Estados Unidos, se extendió por el resto de la economía mundial como consecuencia de la introducción de sofisticados instrumentos financieros, y su difusión, a nivel internacional, sin ningún tipo de revisión ni supervisión por parte de los gobiernos.

El resultado ha sido catastrófico. En el año 2009, la economía mundial, como consecuencia directa de la crisis, tuvo un crecimiento negativo de 0.5%.

Pero el impacto de la crisis en las economías desarrolladas, que son las que conducen al resto de las economías en desarrollo, fue aún mayor, expresándose en un crecimiento negativo de –3.4% ese año.

En el 2009, la economía norteamericana decreció a -2.6% y la canadiense, -2.8%.

En Europa, la tasa de crecimiento fue negativa en -5.6%.

La alemana decreció en -3.9%; la francesa, -5.5%; la inglesa, -8.1%; la italiana, -3.7%; la española, -2.5%; la irlandesa, -14.7%; y la griega, -7.6%.

En América Latina y el Caribe, la economía de los países, en conjunto, decrecieron en -1.2%.

Colombia, para citar un ejemplo, sólo creció 0.9%; Perú, 0.9%; Argentina, 0.5%; Guatemala, 0.4%; Ecuador, 0%; Brasil, -0.6%; Costa Rica, -1.3%; Nicaragua, -1.5%; Chile, -1.7%; México, -6.1%.

En medio de esa situación hemisférica sombría y de incertidumbre, la República Dominicana emergió, en el 2009, como el país con mayor nivel de crecimiento económico en América Latina y el Caribe, con 3.5%.

Al año siguiente, en el 2010, la economía dominicana repuntó a 7.8%, por encima de 25 países de América Latina y el Caribe, la cual, como región, creció, en promedio, 3.2%.

La caída de la actividad económica mundial, producto de la crisis, generó de inmediato un incremento del desempleo.

En los Estados Unidos, la tasa de desempleo, que en el 2007 era de 4.6%, subió a 9.6% en el 2010.

En los países de la Zona Euro, el desempleo aumentó de 7.5% en el 2007, a más de 10% en el 2010.

En España, la situación se tornó más dramática en la medida en que el desempleo se colocó en los alrededores del 20%.

Otro reflejo de la caída de la economía mundial, fue la reducción del comercio internacional, el cual decreció, en términos de volumen, un 10.9%.

La crisis también produjo efectos negativos en las balanzas comerciales y las balanzas de pagos de la mayoría de los países. Igualmente, generó una mayor fluctuación en los precios de los productos básicos, disminuyó la inversión extranjera a nivel mundial y afectó negativamente las recaudaciones fiscales de los gobiernos.

Esa reducción de las recaudaciones y la necesidad de hacer frente a la crisis provocaron un incremento en los déficits fiscales de las economías de los países desarrollados.

En el 2008, el déficit fiscal de esas economías fue de 4.4% del PIB, pero para el año siguiente, es decir, el 2009, había subido a 9.8%.

En el 2010, se produjo una reducción, y se colocó en 8.8%.

Una pregunta que todos podrían estarse formulando es la siguiente: ¿Cómo se financiaron esos déficits?

La respuesta es que esos déficits tuvieron que ser financiados con endeudamiento, y por esa razón, Estados Unidos incrementó su deuda de un 62.2% del PIB en el 2007 a 91.6% en el 2010.

Los países de la Zona Euro, a su vez, vieron crecer sus deudas, de un 66.2% del PIB en el 2007, a un 85.0% en el 2010.

La nueva fase de la crisis que hoy estamos viviendo está asociada a los altos niveles de endeudamiento a que han llegado los países desarrollados para hacer frente a la crisis originada en el 2007 – 2008, lo cual arroja, en estos momentos, muchas dudas sobre la sostenibilidad de su recuperación económica.

La manera en que la crisis podrá ser superada ha suscitado serias divergencias en las élites económicas y políticas de los países desarrollados, las cuales se han evidenciado en los debates del denominado G – 20, club exclusivo de los países ricos del mundo.

En Europa, surgió la idea de que la mayor amenaza a la recuperación de la economía mundial estaba, precisamente, en la incapacidad de pago de la deuda, y por esa razón, ha priorizado el cumplimiento de esa obligación financiera por encima de cualquiera otra consideración.

En los Estados Unidos, los economistas de la administración Obama siempre han considerado que en el corto plazo, lo más conveniente sería promover el crecimiento de la economía mediante el incremento del gasto público.

De esa manera, según esos economistas, al crecer la economía, la proporción de la deuda disminuiría con respecto al Producto Interno Bruto.

Pero tanto el Gobierno de los Estados Unidos como los gobiernos de los países europeos se han encontrado con la dura realidad de unos mercados inclementes y unas agencias calificadoras de riesgos rigurosas, que reclaman, en primer término, el cumplimiento en el pago de la deuda soberana.

Esa presión de los mercados ha conducido, en Europa, a la aplicación de fuertes medidas de ajuste económico, lo cual ha conllevado a una reducción del gasto social, y por consiguiente, a la promoción del descontento generalizado de la población, que ha visto disminuir sus tradicionales condiciones de vida.

Como resultado de eso, una oleada de protestas sociales se ha apoderado de Europa en los últimos tiempos, llegando a producirse escenas de confrontación en Grecia, Irlanda, Inglaterra, Francia, Portugal, España e Italia, que recuerdan los momentos más convulsivos y conflictivos de América Latina.

En el caso norteamericano, el presidente Obama ha estado, por un lado, emitiendo recursos a la economía a través de la Reserva Federal, y por el otro, negociando todos estos días con sus opositores del Partido Republicano, a los fines de ampliar el techo de la deuda de los Estados Unidos, con el propósito de cumplir con sus obligaciones de pago el próximo 2 de agosto.

En caso de que no se produzca un acuerdo entre la Casa Blanca y el Congreso de mayoría republicana, antes de la fecha previamente indicada, la economía de los Estados Unidos entraría en un situación de cesación de pagos o default, algo nunca visto en la historia de ese país, lo cual, de producirse, provocaría un terremoto económico de escala mundial y consecuencias imprevisibles.

Estamos confiados en que la sensatez, la prudencia y el buen juicio de los políticos norteamericanos se impondrá, y que, por consiguiente, tanto los Estados Unidos como el resto de la economía mundial saldrán ilesos de este nuevo percance surgido al calor del próximo certamen electoral presidencial norteamericano el año próximo .acento.com.do/ 

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